Yo siempre cosía sola, era feliz. Me introducía en la costura como en un mundo intimo que yo sólo comprendía hasta el final de la labor. Poco a poco inventaba las formas, los horarios e inconscientemente alguna que otra norma. Con varios años en él, encontré un grupo de chicas que agrupadas formaban una asociación. Me hicieron sentirme inmediatamente en una de ellas. No faltaba ningún día a esta cita semanal donde cada vez salia con mi cabeza llena de imágenes, proyectos futuros con colores textiles que componía y descomponía hasta que volvíamos a reunirnos e intercambiábamos dudas. Con sonrisas, asombros por trabajos, explicaciones infinitas y sus exquisitas perfecciones, sin darme cuenta con un hilo invisible me cosí a ese grupo. Con un hilo flexible, sincero y cálido pero resistente, muy resistente, resistente a las pandemias
- Por supuesto, dijo el zorro. Todavía eres para mí sólo un niño pequeño como cien mil niños pequeños. Y no te necesito. Y ya no me necesitas. Para ti sólo soy un zorro como cien mil zorros. Pero, si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás único en el mundo para mí. Seré único para ti en el mundo ...